2017: Sálvese quien pueda

“Un Estado que se aprovecha de las necesidades
sociales de sus súbditos para aumentar su poder
de dominación en realidad es un Estado total”.

E. Forsthoff

El principal problema del año que inicia es que no hay unas elecciones federales en México que pudiesen repercuta en los votos debido a las decisiones infortunadas que se dictan para los gobernados, y ésta es una de las razones del incremento abusivo, arbitrario, desmedido, exagerado y excesivo de la gasolina, lo que permite recapacitar acerca de si todas las elecciones en México, ya sean estatales o municipales, que se homologaron en tiempo con las federales resulten beneficiosas para la población, pues el efecto parece contrario: todo esto provocará lapsos prolongados entre cada una de las elecciones, y las autoridades podrán prácticamente hacer lo que deseen en sus legislaciones y en las políticas públicas que se implementan en la administración pública, porque los gobernados se olvidan de esas medidas después de un tiempo y terminan acostumbrándose a ellas o ingeniándoselas para evitarlas.

Otra de las razones del ”gasolinazo” es que los organismos internacionales que dictan las políticas económicas de países subdesarrollados como México han sugerido aumentar el Impuesto al Valor Agregado pues, según estos “expertos tecnócratas”, contamos con una tasa menor que la de países como Brasil (17%), República Dominicana, Perú (18%), Chile (19%), Argentina, España (21%), Uruguay (22%), Portugal, Grecia (23%), Dinamarca, Noruega, Suecia, Croacia (25%), Finlandia, Islandia, Rumania (24%), Hungría (27%) –por cierto Estados Unidos (11%)-. Es evidente que el incremento del Impuesto al Valor Agregado no podía ser parte de las políticas públicas actuales, sobre todo en tiempos tan sombríos; por ello, aumentan los combustibles. Además, prácticamente se cuenta con un impuesto al consumo adicional, ya que en este sexenio entró en vigor el impuesto especial sobre producción y servicios a los alimentos no básicos (8%) y a las bebidas refrescantes (un peso por litro), por lo cual productos que no contaban con un impuesto al consumo ahora ya cuentan con él, y ni siquiera esto ha permitido controlar la obesidad, la diabetes y demás problemas de salud en el país —que fue la justificación del Ejecutivo para implementar dicho impuesto, y solamente la Suprema Corte de Justicia de la Nación se lo creyó, para declarar su constitucionalidad—, pero sí ha incrementado la recaudación del Estado, pues es evidente que este impuesto no repercutió en la disminución en el consumo de esos productos.

Este aumento al combustible es la opción para seguir recaudando vía impuestos al consumo, sin importar que pase a segundo término el hecho de que el sistema tributario consistente en gravar el consumo —a lo que se le denomina “sistema tributario inverso”— ocasiona mayor pobreza sobre todo en el sector rural, así como una disminución en la capacidad económica de la clase media, que es la que consume permanentemente; como consecuencia, repercute en las ventas de las grandes corporaciones mundiales.

Lo cierto es que ésta es una prueba más de que la tecnocracia se está aprovechando de las necesidades sociales para infundir, en parte, coraje y, en segundo término, temor en la población, lo cual es la medicina para facilitar la sujeción a los gobernados. La tecnocracia, que se ha definido como el gobierno de los técnicos, es decir, los especialistas en conocer los caminos y procedimientos científicos para gobernar —contrario a la democracia, que gobierna bajo el sentido común de la población—, está fuera de cualquier ideología de izquierda o derecha. Hoy, la tecnocracia se ha desarrollado precisamente porque, supuestamente, se vive en tiempos del “fin de la ideología” (Bell Daniel, “El final de la ideología”, Alianza, Madrid, 2015), donde no hay ya más pensamientos ni políticas de izquierdas y derechas; es más, no hay más política. En realidad no es así, la ideología de la tecnocracia es la del consumismo y de la seguridad pública, como cita José Pablo Feinmann: “Vienen a hacer la política de la no política. La ideología de la no ideología” (Feinmann, José Pablo, “Crítica del neoliberalismo,” Planeta, Buenos Aires, 2016). Al final, los tecnócratas hacen política a espaldas de la población; por ello, de la tecnocracia: ¡sálvese quien pueda!

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