¡Damos vergüenza!

Dr. Silvino Vergara Nava

«Al ser firmado el acuerdo NAFTA en 1994, la
administración Clinton comprendió
perfectamente que dicho acuerdo iba
a devastar la economía mexicana y
ese mismo año empezó la militarización
de la frontera. Ahora vemos
las consecuencias».

Noam Chomsky

En las últimas estadísticas del INEGI de estos inicios de 2021, que —cabe destacar— son oficiales, se establece la constante de los últimos 30 años: el incremento de los ingresos de México provenientes de las remesas, esto es, el dinero que envían los paisanos normalmente avecindados en Estados Unidos de América y en Canadá y quienes, con un trabajo y un salario muchas veces ilícito, envían recursos económicos a sus familiares en México para que puedan subsistir en estas tierras ante los embates constantes de la inseguridad pública, la represión de las entidades gubernamentales, la nula ayuda o asistencia social de las instituciones de gobierno, el acoso tributario; todo en un ámbito donde el gobernado presume que sus ciudadanos son sus principales enemigos, porque cuando éstos, con un problema, acuden a las instancias gubernamentales, resulta que el problema, por muy pequeño que sea, se convierte en uno imposible de resolver; es decir, el Estado mexicano está rebasado. Por ello: ¡damos vergüenza!

Los partidos políticos ni enterados están de las problemáticas migratorias, menos aún de los familiares que se quedan en este lado de la tierra. Partidos políticos que, en teoría, deberían representar a la población y, por ello, proponer los mejores representantes de ella para las tribunas parlamentarias con el fin de que sean escuchados los reclamos y las necesidades de la población misma. No obstante, esos partidos políticos ya no representan a nadie —a veces, ni a sus propios directivos o, mejor dicho, propietarios—; hay disputas interminables entre ellos por cuestiones intrascendentes, pero, sobre todo, por dinero y poder; de modo que, por representación del pueblo, en muchas ocasiones, ponen personajes que, más que representar a la población, dan risa, en tanto que millones de pesos son gastados en esos partidos políticos. Verdaderamente, con estas políticas «democráticas»: ¡damos vergüenza!

Así, podemos seguir con las universidades y nosotros los profesores, en cuyas cátedras, particularmente de ciencias sociales, explicamos las mejores teorías democráticas y del Estado de Derecho, revisamos investigaciones «concienzudas» de los alumnos bajadas de Internet (porque, actualmente, está prohibido leer, además de que los libros están en peligro de extinción y las bibliotecas en quiebra técnica), desarrollamos teorías europeas y norteamericanas que, obviamente, no hablan de la migración del sur al norte, es decir, de la migración de la pobreza. Razón por la cual, no encontramos soluciones a los problemas de nuestra región y que demuestra que las teorías de aquellas tierras no pueden ser compatibles, muchas veces, con nuestras emergencias. Por ello: ¡damos vergüenza!

No se pueden quedar atrás los empresarios, particularmente los medianos y pequeños, aquellos que cuentan con el mayor número de empleados y, sobre todo, con los empleos más permanentes. Empresarios que son los primeros en resentirse con las crisis económicas provenientes de las políticas espectaculares y depredadoras del neoliberalismo, dictadas sólo para beneficiar a las grande corporaciones y empresas monopólicas y para despedazar a la mediana y pequeña empresa, como sucedió con el NAFTA o TLCAN, continuando con el nuevo tratado de libre comercio denominado TMEC. Empresas medianas y pequeñas que, también, son perjudicadas gravemente por esas políticas actuales de una supuesta izquierda —que, desde el concepto más claro de izquierda, no lo son—, que le da la espalda a sus propios nacionales con la simple indiferencia gubernamental y apoyándose sobre el principio de que, si son empresarios, «que se las arreglen como puedan». Políticas públicas por las que: ¡damos vergüenza!

Y qué decir de la población de a pie, los que vemos estos ingresos de remesas en el país y los aplaudimos; los que somos, en muchos casos, amigos, parientes, familiares de quienes emprendieron la aventura de la vida en otras naciones porque este país no da más que eso: «vergüenza». Lo peor de todo es que estamos esperanzados a que llegue un salvador, un milagro gubernamental y nos limpie de todo mal. Asumimos que, simplemente por nacer, ya somos sujetos de derechos y nunca de obligaciones; cuando nos violan un derecho, a veces, nos agachamos como si fuera nuestra tradición y, en otras ocasiones, ni percibimos tal atropello, o, por el otro lado, cuando estamos del lado del verdugo, nos escudamos en un nombramiento gubernamental, detrás de una pistola o en la muchedumbre. Nunca nos educaron, menos pensamos por nosotros mismos que los derechos fundamentales, por muy naturales que sean y por muy bien escritos e impresos que estén en las constituciones, hay que lucharlos; pero nuestra indiferencia hace que: ¡demos vergüenza! (Web: parmenasradio.org).

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