Los derechos humanos son marca registrada

Dr. Silvino Vergara Nava

“[…] los derechos humanos en su versión hegemónica
y generalizada, que por ser excesivamente estatalista,
normativista, burocrática y post-violatoria, ostentan
niveles de efectividad exiguos y casi ridículos.”

David Sánchez Rubio.

El 10 de junio de 2011, con bombos y platillos, en el Diario Oficial de la Federación, el gobierno federal mexicano en turno mencionó a los cuatro vientos la reforma constitucional “de los derechos humanos”. Reforma que dejaba ver que, el Estado respeta y garantiza los derechos de todo ser humano. Un logro del Estado mexicano, el cual dejó de ser el Estado de Derecho y se convirtió en el Estado Constitucional Democrático de Derecho. Para hacer este hecho efectivo, un lunes previo el 6 de junio de 2011, se publicó una reforma más a la Constitución, para crear una nueva ley de amparo acorde a las necesidades de la mayor protección a los derechos humanos; por tanto, inmediatamente, las universidades, escuelas, instituciones dependencias públicas pusieron en lo más alto los derechos humanos.

Hoy estamos a ocho años de esa reforma y, por su parte, sostiene el profesor español David Sánchez Rubio, al respecto de esa concepción de los derechos humanos, que: “Uno de los problemas fundamentales que afectan a derechos humanos es su separación entre la teoría y la práctica, entre lo que se dice y lo que se hace […], muchos son los seres humanos en la Tierra que padecen sufrimientos, injusticias y consecuencias nefastas por este desfase entre lo teórico y proclamado y lo práctico y realizado” (Derechos humanos instituyentes, pensamiento crítico y praxis de liberación, Ciudad de México: Ediciones Akal, 2018).

A su vez, el profesor argentino Eugenio Raúl Zaffaroni sostiene: “[…] ante la urgente necesidad de renovar el derecho latinoamericano, no sé si necesitamos más jueces técnicos hurgando en tratados escritos por ceñudos catedráticos o si es preferible explotar en el buen criterio generalizado entre los trabajadores sanos y de buena voluntad de nuestro pueblo” (Estudio preliminar de “la teoría del derecho conforme a la ley de las razas”, Buenos Aires: Clacso, 2015). Hoy pareciera que esa concepción hegemónica de los derechos humanos ha sido insuficiente para la realidad de México y de Latinoamérica. El profesor portugués Boaventura de Sousa Santos sostiene, al respecto de esos derechos humanos, que: “La gran mayoría de la población mundial no constituye el sujeto de los derechos humanos, sino más bien el objeto de los discursos sobre derechos humanos […] los derechos humanos son eficaces en ayudar a las luchas de los excluidos, los explotados y los discriminados, […] por el contrario, las hacen más difíciles” (Si Dios fuese un activista de los derechos humanos, Madrid: Editorial Trotta, 2014).

Y, en México, ¿qué ha sucedido con esa reforma de los derechos humanos en pleno liberalismo agudo? Pues, en principio, pareciera que esa concepción de los derechos humanos es una marca registrada, es decir, solamente se pueden beneficiar aquellos privilegiados propietarios de la marca o bien, quienes cuentan con el pago respectivo de sus cuotas para poder explotarla; pero, desde luego, no es de uso común, no es propiedad de todos; y aquel que usa esos derechos humanos sin permiso, entonces, le corresponde el destierro, el encierro o el entierro.

Los vigencia constitucional de los derechos humanos en México ha observado un número exorbitante de muertes violentas, nunca antes vista desde la época de la revolución mexicana en donde —la historia dicta— murió, aproximadamente, un millón de personas (ni qué decir de los desplazados de sus comunidades y poblaciones), ya sea por el narcotráfico, por la delincuencia organizada, por las expropiaciones o concesiones. Sea como se denominen aquellas muertes y tales desalojos masivos, son muestra de la realidad en la que ocurren dichos derechos humanos. Por ello se ve que, por ejemplo, los derechos humanos de los empresarios nacionales quedaron en un procedimiento de quiebra, de remate de sus bienes o, si acaso, fungen como simples maquiladores del empresariado mundial; por el lado de los profesionales, campesinos, estudiantes, profesores, trabajadores, migrantes, empleados del Estado, enfermos, ancianos, menores de edad, ya ni mencionar lo que sucedido con “su derecho humano” a la supervivencia. Por ello, hoy los derechos humanos son una marca registrada que solamente es utilizada en y por las instituciones del Estado, y se ha confundido el deber de respetar y garantizar los derechos humanos con el desprecio y desamparo de ellos.

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