¿Y cuándo un congreso nacional tributario?

Dr. Silvino Vergara Nava

“Es necesaria la indignación, pero de inmediato
hay que practicarla como participación democrática,
que es como el otro brazo de la democracia”.

Enrique Dussel

En esta administración pública, es inminente hacer una reforma estructural en el ámbito de la legislación fiscal, en las obligaciones fiscales de los contribuyentes, en la estructura de las autoridades fiscales, en la forma de cumplir de los gobernados, en las tasas impositivas, en la pésima redacción de las leyes, en las lagunas legislativas, que son muy comunes, y, enfáticamente, en la serie de leyes, reglamentos, reglas de carácter general, que permanentemente se están implementando y provocan un exceso de regulaciones que causa confusión y contradicciones entre las propias normas. Hay problemas absurdos como la revocación del certificado para expedir comprobantes fiscales, trámites engorrosos para la firma electrónica que se necesita para otros trámites fiscales, la determinación discrecional, a veces arbitraria y, por ende, delincuencial de sostener que una empresa expide facturas apócrifas. Todo ello no es una invitación, sino una obligación de implementar una reforma fiscal —de las denominadas integrales, estructurales, revolucionarias, etc.— que, al final, no quede en reformar lo reformado, modificar lo modificado, cambiar lo cambiado. Por ende, no suceda nada.

Por lo tanto, si la presión es que efectivamente exista una reforma hacendaria que deje a un lado todo ese sistema corrompido y que provoque el crecimiento de las empresas mexicanas, pero sobre todo las medianas, las pequeñas y las micro-empresas, es necesario un congreso nacional tributario.

Un congreso nacional tributario con algunas salvedades, no obstante; pues si se organiza como normalmente se hace en México —como sucedió en el sexenio de Salinas de Gortari, que simplemente fue emblemático—: donde los que exponen no saben de lo que hablan y sólo están comprometidos con el sistema, con las instituciones o con el negocio que están ofreciéndole a la administración pública; donde solamente participan servidores públicos comprometidos con su salario, lo mismo que profesores de universidades y organismos que otorgan becas en las que hablar de más puede provocar una disminución de las mismas. De ser así, no servirá de nada ese congreso.

Por ello, ese congreso nacional tributario debe ser para escuchar a los oprimidos de la legislación tributaria, que son los contribuyentes de a pie; aquellos que se encuentran no localizados por el capricho de alguna autoridad fiscal, aquellos a los que no les devuelven el impuesto solicitado por la torpeza de un determinado trámite, aquellos que no pueden revocar una multa por exigencias técnicas, aquellos otros que son rebotados como pelotas de las oficinas del SAT a las oficinas de la PRODECON y viceversa, los patrones que el IMSS les da de baja el registro patronal sin razones expresas en una resolución administrativa, aquellos trabajadores-pacientes a los que el instituto los da de baja porque el costo de los medicamentos es excesivo, aquellos a los que les embargan sus cuentas bancarias sin razón alguna. Todos ellos son los que deben participar en ese congreso nacional tributario, en vez de los políticos que conocen de todo pero no accionan en nada, ni los diputados y senadores que esperan estos foros para exponer sus ideales impuestos por el sistema, por intereses económicos o por universidades extranjeras. En ese congreso nacional tributario, es turno de que los “altos servidores públicos” de las autoridades fiscales federales, así como los diputados, senadores, jueces y magistrados escuchen lo que dice la realidad jurídica y no lo que sostienen los textos de las leyes ni los escritorios de los juzgados y tribunales, pues muchas de las ocasiones es necesario observar la realidad, que es distinta a números y fojas de los expedientes en oficinas con aire acondicionado.

Precisamente, por tratarse de la cuarta transformación, debe ser más democrático el gobierno; lo cual no significa, única ni exclusivamente el ejercicio de acudir a votar o, bien, decir “sí” o un “no” en un plebiscito dominguero; es, más bien, poder darle voz a lo que está sucediendo en las calles y campos de la nación para que el sistema escuche; es decir, lo que verdaderamente le interesa a las personas son asuntos respecto a sus actividades económicas, sus negocios, sus empresas, oficinas, instituciones y talleres; pues no todos van a estar esperanzados en una dádiva por ser desempleado, estudiante o adulto mayor; apoyos para los cuales, incluso, se requiere una economía sana, y esa se da desde abajo, no en las cúpulas empresariales proveniente de inversión extranjera.

Es claro que la academia cita, al respecto de la democracia, que: «La democracia participativa tiene prioridad absoluta sobre toda “delegación” del poder, es decir, sobre la democracia representativa» (DUSSEL, Enrique, Carta a los indignados, Ciudad de México: La Jornada Ediciones, 2011). Por ello, no basta con elecciones y votaciones para que haya un Estado democrático, sino que es necesaria la verdadera participación de la ciudadanía en lo que efectivamente duele. Por tanto, es necesario ese congreso nacional tributario, si se pretende hacer efectiva la cuarta transformación tributaria.

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