Dr. Silvino Vergara Nava
«Dudo que la epidemia nos haga más sabios.
Slavoj Žižek
Lo único que está claro es que el
virus destruirá los mismísimos cimientos de
nuestras vidas, provocando no solo una enorme
cantidad de sufrimiento, sino también un desastre
económico posiblemente peor que la Gran Recesión».
Recientemente, se aprobó la reforma fiscal de 2020 para el próximo 2021, donde se incluyen el presupuesto de egresos y la ley de ingresos; también la denominada «miscelánea fiscal», que incluye las leyes del impuesto sobre la renta y al valor agregado, y la reforma, particularmente, al Código Fiscal de la Federación, que regula las atribuciones de las autoridades fiscales para revisar y sancionar a los contribuyentes del mismo modo que cobrar las contribuciones omitidas. Con esta última regulación, todo da a entender que, para la aprobación, por parte de la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, de la iniciativa presentada por la presidencia de la república el 8 de septiembre de 2020, no hubo pandemia en el año 2020. Pareciera que todas las cosas y todos los sucesos son normales, que no está pasando nada, que el año termina como inició: sin novedad alguna. En tal estado se encuentran nuestras instituciones y los representantes.
Con sólo analizar las reformas al Código Fiscal de la Federación para el año de 2021, es suficiente para decir con énfasis: ¡¿Cuál pandemia?! Pues se incrementan las causas de revocación del certificado del sello digital, se implementa la posibilidad de que las autoridades aseguren los bienes de los contribuyentes, se permite que los plazos de publicación de las notificaciones por estrados sean reducidos, se permite multar a los contribuyentes a los que se les han embargado las cuentas por cobrar, etc. Lo cierto es que todo esto es una muestra muy clara de que, para estas instituciones, no hubo pandemia alguna, no hubo cierre de establecimientos, quiebra de miles de empresas, desempleos, enfermos y muertos; simplemente, para los legisladores, la pandemia pasó de largo.
En tanto, hay naciones donde cuyos gobiernos se han solidarizado con la ciudadanía, en la medida de lo posible, aportando ayudas económicas, despensas, subsidios fiscales, o, por lo menos, treguas fiscales, etc. Aquí en México, decepcionantemente, para el legislador federal, pareciera que no hubo pandemia alguna que contener; y esto, efectivamente, es decepcionante porque se ha perdido, como en otras administraciones públicas, la sensibilidad con los ciudadanos de a pie. Por tanto, pareciera que el año de 2021, el grito será de: ¡que cada quien se las arregle como pueda!
De ser así, entonces, ¿hay manera de justificar la existencia de las instituciones públicas? La principal función de los órganos del Estado es muy clara: respetar y garantizar los derechos fundamentales de su población. Por ende, las instituciones del gobierno cuentan con la obligación de hacer para garantizar los derechos de los gobernados y de no hacer para respetar sus derechos; pero aquí pareciera que está sucediendo lo contrario, que no se está tomando en serio el principal derecho de los gobernados: la dignidad humana, que se descubrió desde la concepción occidental del mundo tras las catástrofes de la Segunda Guerra Mundial, es decir, tras la muerte de 50 millones de personas. Por ello, la constitución alemana actual cuenta con ese derecho fundamental, que es, propiamente, la base de los derechos fundamentales: el respeto a la dignidad humana. Ahora bien, en nuestra constitución, desde luego, también se cuenta con ese derecho: que el Estado respete la dignidad humana de los particulares. Pero ¿cómo podrá respetar los derechos fundamentales de los contribuyentes para 2021 si está multando, embargando a deudores e, incluso, a terceros? Verdaderamente, este año de 2020, muchos, (desafortunadamente, entre ellos está el legislador), no se enteraron de la pandemia; y para muestra: las reformas al Código Fiscal de la Federación. (parmenasradio.org).