La esperanza de México es la reforma fiscal

Dr. Silvino Vergara Nava

“En esta democracia desideologizada los políticos
son sustituidos por expertos que
administran y optimizan el sistema”.

Byung Chul Han

El Estado y el derecho —a decir de los teóricos del derecho— son dos caras de la misma moneda (FERRAJOLI, Luigi, Garantismo. Una discusión sobre derecho y democracia, Madrid: Editorial Trotta, 2006). Se enfatiza que dentro de las misiones que deben cumplir tanto el Estado como el derecho está la de sembrar esperanza en la población; así, el sistema jurídico, sus instituciones, leyes, etc., deben prever la forma de establecer la confianza necesaria para que los ciudadanos se puedan desarrollar y vivir de la mejor forma, pues la esperanza es uno de los aspectos de la dignidad humana, y el respeto a la dignidad humana es la base de los derechos fundamentales: basta con observar que en el sistema jurídico mexicano se encuentra previsto en el articulo 1° de la Constitución.

Una de las esperanzas que, con esta nueva administración pública federal, se había formado fue que renaciera la oportunidad de crecimiento y desarrollo de la economía nacional, pero la propiamente nacional, una en que sean los ciudadanos mexicanos los que puedan participar en el mercado y no vean solamente pasar las ganancias a los grandes consorcios, que normalmente son extranjeros; y lo cual ocurre porque la industria mexicana se ve en la necesidad de importar la tecnología, es decir, por no contar, normalmente, con tecnología propia ni con los medios suficientes para poder competir con la industria extranjera, que inundó el mercado de nuestro país a partir de la vigencia del tratado de libre comercio de Norteamérica en el año de 1994; uno con el que nuestra industria ha visto su suerte y ha hecho que el mercado haya pasado a manos extrañas. Por todo ello, una gran parte de la población de la nación votó a favor de la transformación en México en el año de 2018, precisamente, para que ahora fueran manos mexicanas las que puedan participar en el mercado nacional, en vez de permitir las grandes ganancias de la industria extranjera y las pérdidas de la nacional.

Sin embargo, en las noticias del día 8 de febrero de 2020, la titular de la autoridad fiscal federal puso en la mesa que no habrá reforma fiscal en este sexenio, pues —dice— con la legislación actual es suficiente para mejorar la recaudación en México y cumplir con las expectativas del gasto público, ya que, de acuerdo con algunos estudios matemáticos que hacen, la recaudación se puede incrementar si las autoridades son más eficaces. Manifestaciones que acaban con la esperanza de muchos mexicanos y con la inminente necesidad de la transformación en este país.

Es incuestionable que, dentro de las políticas públicas tributarias (que no es sólo considerar que se debe recaudar, pues la eficacia en la recaudación se podrá mantener si sobrevive la industria y el comercio nacional), el Estado y, en particular, sus autoridades fiscales deben velar, no únicamente por la recaudación, sino por la permanencia y el crecimiento de esa industria y comercio nacional; pues ¿de qué sirve aumentar la recaudación y, con ello, provocar la quiebra y el cierre de miles de contribuyentes nacionales? Con esto, lo único que va a suceder es que se necesite aún más gasto público para las obras sociales y del combate a la inseguridad pública; pues esta recaudación voraz provocaría mayor desempleo y, con ello, mayores necesidades del Estado. Por lo mismo, en tanto que política tributaria, no se puede hablar de mera recaudación y, ésta, además, debe ser como lo dice la propia Constitución: proporcional, legal y equitativa.

Debido a que una parte de la política tributaria también es mantener e incrementar la actividad de los contribuyentes nacionales, provocar la esperanza en la población, que sea aquí en México donde desarrollen sus capacidades, sus anhelos y actividades, en vez de ser expulsados del país por falta de esas oportunidades o por la inseguridad pública, inminentemente, se requiere la reforma fiscal sustantiva, es decir, una que verse sobre las bases impositivas, las tasas de las contribuciones, las exenciones, los sujetos obligados, etc.; una reforma fiscal que considere los derechos de los particulares y no se preocupe sólo en vigilarlos y en aumentar sus obligaciones y sanciones. Esa reforma fiscal que necesita el país es una donde quede prohibido que las autoridades fiscales (apoyadas por los medios de comunicación, las redes sociales) constantemente influyan miedo a los gobernados, pues esto contraviene la propia Constitución. Se insiste que el Estado y sus instituciones no están para inyectar miedo a la población, sino esperanza; no obstante, ante la ausencia de reforma fiscal, como están fraguando las instituciones del Estado, ella se irá, poco a poco, deteriorando; y la actividad económica del país se irá perdiendo con esta legislación tributaria de cuño neoliberal que es excesivamente compleja, arbitraria e injusta; lo cual ya se está viviendo desde hace un año. El desempleo se incrementá aún más de lo sostenido por el IMSS en los datos del mes de diciembre de 2019, y así el cierre masivo de empresas y negocios.

El profesor Hans Küng, al respecto de esos sistemas tributarios arbitrarios y de este sistema capitalista imprudente, sostiene: “[…] el Estado no puede gastar más de lo que los ciudadanos sean capaces y estén dispuestos a pagar mediante impuestos; impuestos demasiado elevados propician la economía sumergida, así como el fraude y la evasión fiscal, tanto pequeña como a gran escala” (KÜNG, Hans, Una economía decente en la era de la globalización, Madrid: Trotta, 2019). Por todas estas razones y aún más, se requiere una reforma fiscal sustantiva, que es la verdadera esperanza en México. Sin embargo, las noticias de los últimos días dan a entender que se está desvaneciendo esa esperanza y, con ella, la denominada cuarta transformación.

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