“La gran mayoría de los seres humanos
no son sujetos de derechos humanos,
sino objetos de los discursos estatales y
no estatales de derechos humanos”.

Boaventura de Sosa Santos

Actualmente se ha puesto en la mesa la denominación de “populismo”, que se entiende peyorativamente como las propuestas de leyes o políticas públicas para solucionar problemas que son conceptos o ideas atractivas para la población en general pero que no son viables o verdaderamente
efectivas, e incluso que lejos de resolver los problemas puedan agudizarlos. Siempre se ha sostenido que ese populismo es de tendencia de partidos políticos o propuestas de izquierdas, es decir, apelan a la protección a los derechos de igualdad, pero esto no es así: el populismo puede ser tanto de izquierda como de derecha, pueden ser propuestas atractivas para la población también de partidos políticos de derecha que pretenden proteger derechos de libertad. Lo cierto es que ese concepto es utilizado por ambas posiciones de pensamientos políticos que siguen aun vigentes. A decir de Boaventura de Sousa Santos, “a pesar de todas las ambigüedades que suscita hoy la distinción entre izquierda y derecha, tal distinción continúa siendo necesaria” (De Sousa Santos, Boaventura, “Democracia y transformación social”, Siglo XXI, México, 2017).
Esas propuestas populistas se están utilizando actualmente para pretender contener la reforma fiscal de los Estados Unidos de América que recientemente se ha aprobado —diciembre de 2017—, que consiste en la reducción considerable de la tasa del impuesto a las utilidades de las empresas, aunque se ha considerado que esto repercute la inversión de las empresas en México, la permanencia de las empresas en el país, la posibilidad de que la industria actualmente instalada pueda migrar al país del norte, por lo que se insiste en México con la modificación a la Ley del Impuesto al Valor Agregado para que se homogenice la tasa del IVA y desaparezcan las tasas del 0%, pero sobre todo los exentos de ese impuesto. También, se está sosteniendo que se disminuya la tasa del Impuesto Sobre la Renta en México para ponerlo por abajo del 30% y evitar que se presenten los efectos de la reforma fiscal norteamericana; sin embargo, bien puede decirse que todas estas medidas de urgencia que se proponen son simple “populismo tributario” si no es verdaderamente analizado, profundizado y, sobre todo, debatido.

En primer término, las empresas norteamericanas que han instalado en México industria manufacturera muy pocas veces dejan utilidades en nuestro país; por ende, causan un impuesto sobre la renta muy bajo, trabajan en territorio nacional con márgenes de dinero meramente operativos, es decir, lo necesario para cubrir las erogaciones indispensables para poder operar las industrias manufactureras que tienen instaladas. Por lo tanto, las grandes utilidades no se quedan en México, se trasladan a Estados Unidos o a empresas financieras ubicadas en paraísos fiscales, las denominadas “offshore”. Además, el costo que representa para las empresas norteamericanas cerrar y liquidar a trabajadores ya capacitados e instalarse en alguna entidad de Estados Unidos no es nada sencillo, por el contrario, sería una medida descabellada. Existen evidencias en casos muy concretos de que se prefiere contar con personal mexicano en muchas de las industrias, y le dan más prioridad que al personal norteamericano o asiático.

Las empresas extranjeras se ubican en México por otras razones. Los derechos laborales poco a poco se han vuelto más flexibles, y las regulaciones ambientales son casi nulas, basadas en simples permisos burocráticos y papeleo que muchas veces se resuelve a través de la corrupción del mal endémico que tenemos en México: “el malinchismo”, es decir, “dale un trato preferente, porque es representante de la industria extranjera”. Acuden a nuestro país también porque ubican en la población a trabajadores capacitados para el empleo, personas que de su naturaleza pueden hacer más y mejor que de otras latitudes e idiosincrasias.

Verdaderamente, una solución para afrontar la reforma tributaria de los Estados Unidos en nuestro país no es desde el populismo tributario que se está cocinando, populismo ahora de derecha, sino que se requiere de soluciones más profundas y no de aumentar el IVA o homogeneizarlo, ni disminuir el ISR de las empresas y permitir que sigan gravando en montos excesivos a las personas físicas, sino de propuestas que efectivamente hagan frente al desempleo, a la corrupción, a los gastos desmedidos de campañas políticas, pero sobre todo a la inseguridad pública que ha proliferado en todo el territorio nacional, y que desde luego no se va a poder combatir con la vigente ley de seguridad interior, que también se encuentra dentro del ámbito de lo que el populismo propone.

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