Reforma fiscal 2022: más represión

Dr. Silvino Vergara Nava

«La crisis (provocada por la pandemia) ha

revelado el problema de fondo que plantea

 una administración estatal hiperburocratizada».

Edgar Morín

Ya se ha estado anunciado, con más insistencia en los últimos días después de las elecciones y los resultados que arrojó, la enésima reforma fiscal de este país, donde no se cansan de modificar las leyes y su Constitución sin llegar, desafortunadamente, a ningún lado. Reformas van y vienen, y sigue sucediendo lo mismo. No obstante, a decir de las autoridades de esta administración pública federal, esta es la reforma buena, la progresista, la efectiva, la que va, en verdad, a funcionar; en pocas palabras, «la madre de todas las reformas fiscales». Por eso, es la reforma de la transformación.

Se ha indicado en los medios de comunicación que esa reforma se sustenta en la primicia de que no habrá aumento a las tasas impositivas, pero sí uno en la recaudación del Estado, debido a todos los gastos que hoy son generados con tantos programas sociales, tantas ayudas a la sociedad, a los desempleados, a los jóvenes, a los adultos mayores. Una insuficiencia de las arcas nacionales, que, también, ha provocado el reciente resultado en las elecciones; pues es de tal gravedad que hoy no hay para gastos esenciales de mantenimiento, insumos y medicinas; siendo esto por lo que se hace urgente la mencionada reforma fiscal, que —según se insiste— no aumenta los impuestos, lo cual no dice nada de una reforma que aún nadie conoce y que, con los cambios de titulares anunciados en las autoridades hacendarias, posiblemente no esté siendo fraguada en ninguna oficina de las autoridades fiscales, sino en algún despacho de Estados Unidos de América, como en los ochenta y noventa del siglo xx con los denominados «Chicago boys».

Si se sigue sosteniendo la reforma fiscal para 2022 (ya se ha anunciado que será puesta a la luz pública el 8 de septiembre de 2021, cuando se presente ante la Cámara de Diputados), será un hecho que se tratará de una reforma fiscal de represión a los contribuyentes. Si no se aumentan los impuestos, pero se exigen miles de millones de pesos en aumento de la recaudación, se convierte precisamente en eso, en represión; pues ¿en qué puede consistir esa reforma fiscal para aumentar la recaudación sin aumentar impuestos?

Para llegar a esas metas, es inminente que esa reforma fiscal —y no se requiere mucha ciencia— se valdrá de tres ejes: a) será inminente la derogación de muchas deducciones del isr y del acreditamiento del iva, b) para las deducciones y acreditamientos que queden en las leyes, serán aún más los requisitos y las exigencias administrativas y de controles que deberán cumplir los contribuyentes, c) aumentarán los delitos fiscales y las infracciones, así como el monto de las multas. Lo que todo esto provocará es el aumento de la recaudación. Sin embargo, esto no es muy halagüeño si apenas estamos saliendo de una crisis histórica en 2020, que dejó un millón de empresas cerradas, desempleo al por mayor. Crisis que vemos en el aumento de las remesas, cuyos montos que llegan a territorio nacional están rompiendo record, prácticamente cada mes, es decir, este aumento es una muestra clara del desempleo y la falta de productividad de este país.

Ya se verá la reforma fiscal para 2022 en unos meses. Sin embargo, ya es muy preocupante, principalmente porque todo da a entender que mantendrá la base del sistema tributario que ha habido en los últimos 25 años, de ese al que llaman «neoliberalismo» creado y confeccionado por la tecnocracia. Si esa es la base, entonces, poco se puede decir en el sentido de que, efectivamente, esta reforma fiscal sea la madre de todas las reformas fiscales; por el contrario, será simplemente más represiva para los contribuyentes de a pie que pudieron sobrevivir a la pandemia. Ahora, éstos tendrán que sobrevivir, también, a aquella reforma. (Web: parmenasradio.org).

Compartir

Facebook
WhatsApp
Twitter
LinkedIn
Email