Videocrácia

“Se opera un giro de la sociedad
al Individuo para fundar la emergencia
del poder punitivo en la creencia
de un peligroso deseo de agresión mimética”.

Alejandro Plagia

Autor: Dr. Silvino Vergara Nava

Se ha hablado, en los últimos tiempos, por diversos autores, profesores y científicos, de una incuestionable caída del poder del Estado, esto es, del poder público, aquel que goza del monopolio de la fuerza en un territorio determinado, por ello es que controla las fuerzas armadas y la policía, de la misma forma que cuenta con el monopolio del derecho, pues es el único legislador. Sin embargo, ese poder en cada momento se debilita, cuenta hoy con un extraño que evidencia superioridad, del cual es cada vez más dependiente. Ese es el poder económico, conformado por las grandes empresas y corporaciones transnacionales que sostienen a los organismos internacionales, dicta las reglas a seguir en cada Estado. Estos organismos internacionales, más que las conciencias de los Estados o los consejeros de estos —es el caso del Banco Mundial, la OCDE, FMI, etc.—, se han vuelto las institutrices que dotan de las lecciones que hay que cumplir, bajo la amenaza de reprobar, lo que se convierte en castigos como crisis económicas o golpes de Estado.

El ciudadano de a pie, bajo este margen, no tiene intervención alguna, pero hoy en los Estados “democráticos” debe intervenir, hacerse escuchar; sin embargo, oír su voz libremente será contrario a los intereses de esas corporaciones económicas, ya que estos ganan debido a menos derechos laborales que son los exigidos por la población, viven de la explotación del medioambiente, que está matando a la ciudadanía; evaden las contribuciones que los votantes pagan sin margen de opción. Así, encontramos dos posiciones encontradas.

Por ello, se requiere de buscar la forma de que los propios ciudadanos coincidan con las ideas de las empresas transnacionales, para lo cual se cuenta con el poder mediático, es decir, el que ostentan los medios masivos de comunicación, quienes, sustentados en un principio que reza “muchas repeticiones hacen una verdad”, permiten que las personas piensen en lo que “deben” pensar, o sea que en lugar de pensar por nosotros mismos nos “ayudan” a pensar lo que “quieren” que pensemos, y para ello se necesita de imágenes, para que nuestra conciencia coincida con los planes de expansión de estos poderes económicos.

Los sistemas que transmiten esas imágenes son los auxiliares de esa misión, a lo que se denomina “videocracia” (Tocora López, Luís Fernando, Política criminal global en América Latina, Eudeba, Buenos Aires, 2015), esto es, el gobierno de los sistemas de videos, televisión, cine, Internet, redes sociales e imágenes propiamente, pues logran transmitir lo que requieren que se concientice por la población.

La “videocracia” cierra el círculo de la gobernanza, pues permite que las medidas que se implementan en los Estados-Nación sean observadas con los buenos ojos de la población; ejemplos hay muchos, desde la contaminación latente y los programas de “Hoy no circula”, para consumir más vehículos, hasta el endurecimiento de las penas y los castigos por parte del Derecho Penal y el Derecho Administrativo Sancionador; en el primero, para excluir con la prisión, en el segundo, para recaudar con las multas.

Cita Alejandro Alagia respecto a las referidas multas: “La pena pecuniaria, reservada a los ricos y poderosos, se convierte gradualmente de composición a la parte afectada en método de enriquecimiento de jueces y magistrados” (Alagia, Alejandro, Hacer sufrir, Edira, Buenos Aires, 2013), y los dos en su conjunto, para controlar a la población. De aquí los programas de “tolerancia cero” o “ni un vidrio roto”, sobre todo en la Unión Americana.

Esto mismo sucede con los derechos humanos, a la voz de “derechos humanos para todos”, aunque en las regiones indígenas del Ecuador se escucha lo contrario: “A mí me parece que los derechos humanos son otra manera de faltarnos al respeto, como vienen haciéndolo desde que llegaron los españoles” (En: Rabinovich-Berkman, Ricardo, ¿Cómo se hicieron los derechos humanos?, Didot, Buenos Aires, 2013).

Estos poderes económicos han invadido toda actividad propia del individuo y gubernamental: La intimidad del sujeto es observada por las “redes sociales”, la actividad del Estado, más que observada, es expropiada por las corporaciones transnacionales, desde los propios servicios públicos municipales, que, en la mayoría de los casos, ya no los hace más el ayuntamiento —limpia, alumbrado, agua potable—, hasta las reformas legales que proyectan las firmas internacionales de servicios empresariales. Ahora, debido a los últimas noticias de las muertes lamentables en el centro penitenciario de Nuevo León, todo indica que la población verá con “buenos ojos” que los presidios sean administrados por la iniciativa privada global, para lo cual la “videocracia” tiene la palabra.

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