100 años de un asesinato

Dr. Silvino Vergara Nava

“El cadáver de Zapata fue expuesto
públicamente en la plaza de Cuautla para que la
gente comprobara con sus propios
ojos la muerte del Caudillo del Sur.”

Crónicas de su tiempo.

En estas fechas de abril de 2019, estamos por conmemora el desafortunado y desastroso asesinato de Emiliano Zapata, que fue precursor de los derechos sociales de nuestro país y abogó, en su lucha de más de diez años, por la reivindicación de los derechos de los pueblos de origen que fueron despojados de sus tierras por el sistema de las haciendas, particularmente en los Estados de Morelos, Puebla y Guerrero. Por ello, resulta de suma importancia poner de nueva cuenta en la palestra los fines por los cuales luchó Emiliano Zapata, quien fuera asesinado el 10 de abril de 1919 por una traición en la hacienda de Chinameca en el Estado de Morelos.

En los diarios del momento del asesinato, es decir, en 1919, se sostuvo con júbilo la desafortunada muerte de Zapata, que comando el ejército libertador del sur. Los medios de comunicación de su tiempo sostuvieron: “Miles lo vieron. González hizo que lo fotografiaran y envió las fotos a los diarios para que las difundieran y atajaran el rumor de que en realidad no era el cuerpo de Zapata el que habían mostrado […]. El gobierno de Carranza y la prensa oficialista festejaron el asesinato de Zapata. A Guajardo se le rindieron honores de héroe, se le ascendió y recompensó con 50 mil pesos” (ÁVILA, Felipe, Breve historia del zapatismo, Crítica de México: Crítica, 2018).

Independientemente de haber sido objeto de muchas críticas en ese tiempo, críticas provenientes del poder mediático, del poder económico y, sobre todo, del poder político, al grado que Francisco I. Madero (ya en su calidad de presidente de la nación) sostuvo que Zapata estaba “loco”, lo que Zapata provocó con su movimiento fue avivar todo un espíritu de solidaridad en las poblaciones; pues, además de los fines para los cuales se alzó en armas: la recuperación de las tierras de los pueblos que fueron acaparadas por las haciendas, también luchó por la libertad de tantas personas (campesinos, obreros y ciudadanos de a pie) que se vieron afectadas por el sistema que imperaba en ese tiempo. Sin embargo, el éxito que tuvo el movimiento de Emiliano Zapata fue, más que nada, la posibilidad de reconocer los derechos de los más necesitados, es decir, los campesinos, los obreros, empleados y los pequeños comerciantes. Estos vieron la consecuencia de sus luchas en el reconocimiento de los derechos sociales en la propia Constitución, ya que los movimientos del norte del país y los derechos exigidos en el sur dieron como resultado la implementación de las disposiciones que se consagraron en los artículos de la constitución, tales como el 1º, que habla de los derechos de igualdad y libertad; 3º, que habla de la educación; el 27º, que hace mención de los derechos respecto a los bienes propiedad de la nación y de los derechos agrarios de las personas que trabajan la tierra; el artículo 123º, que habla de los derechos laborales. Por ello, el movimiento armado de Emiliano Zapata fue uno que repercutió en el campo jurídico de nuestra nación; no fue un movimiento estéril, sino que vio la materialización de sus propuestas en la actual constitución mexicana, que hoy ha sido tantas veces modificada y ha perdido, en gran parte, su esencia. Por lo tanto, es tarea de las nuevas generaciones no dejar a este tipo de personajes almacenados en un monumento, en una biblioteca o en un museo, y entender por qué, precisamente, las calles, las estaciones, los parques llevan su nombre: forma con la que se trata de exaltar el esfuerzo que hicieron hace cien años un gran numero de mujeres y hombres que pretendieron forjar una mejor nación. No se debe olvidar que la revolución mexicana es el movimiento bélico más sangriento que se ha presentado en América latina, al grado de que las estadísticas sostiene que murieron tres millones de personas. Por ello, a cien años de su conmemoración, no pueden quedar simplemente olvidados en el nombre de una colonia, de una calle o en un monumento; se debe considerar que las acciones que ellos hicieron hace cien años son ahora el resultado, en parte, de lo que es México hoy.

Más que nada, debe quedar presente que todas esas luchas que se dieron no deben quedar en simples victorias de ocasión, pues —de quedarse así— se corre el riesgo de que esos derechos que se forjaron se pierdan con el paso del tiempo, con las nuevas generaciones y con el poder mediático, que es el que más influye actualmente en la población. Se debe tener siempre presente que los derechos establecidos en la Constitución nunca fueron ni serán por simple naturaleza ni son, menos, dádivas del Estado; son verdaderas luchas de la sociedad, como la que emprendió hace más de cien años Emiliano Zapata.

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