Cinco años de cantinero

Silvino Vergara Nava

“No es lo mismo ser borracho

 que cantinero”.

Los dichos populares, que no tienen autor, ni fechas de edición, no son simplemente dichos populares vacíos, en realidad, se tratan de verdaderos conocimientos, profundos y de vasta experiencia. Desafortunadamente, en estos tiempos de la postmodernidad, de la vida de consumo, de la vida de “úsese y tírese”, de la vida rápida, poco se hace mención de ellos, van desapareciendo, con el paso del tiempo se han ido paulatinamente olvidando, lo cual representa una pérdida para las generaciones actuales del conocimiento de nuestros ancestros.

Y, así son esos dichos, que van forjando el conocimiento popular y se aprovecha de la experiencia, incluso, de cientos de años. Eso, resulta con ese dicho popular que se ha citado en este ensayo: “No es lo mismo ser borracho que cantinero”.

La experiencia de años, décadas, lustros, dan a entender que una cosa es estar en una posición que sea de crítica, de exigencias, de reclamos, de oposición, y otra, muy distinta, es ponerse en el lugar que corresponde llevar a cabo las acciones que son criticadas. No es lo mismo ser alumno que profesor, o bien, padre de familia que profesor. Criticar muchas de las ocasiones es bueno, pero cuando se llega al cargo que se está criticando es cuando se descubre que no es nada sencillo, y resulta muy complejo mover algo, cambiar algo, por muy pequeño que sea.

Esto mismo sucede con los partidos políticos, no es lo mismo estar en la trinchera de la crítica que ponerse en la palestra dirigiendo lo que algún día se criticó. La titularidad de la administración pública federal actual criticó, por ejemplo, la deuda que se generó en el Fobaproa por la crisis económica de 1994, y ahora resulta que, se está endeudando más al país, que la deuda que se causó por el citado Fobaproa, que consistió en el rescate a los deudores de la banca en esa década de los noventa. Lo mismo sucede con muchas otras cosas más, particularmente, lo más preocupante, es el poco trato y desprecio que se ha dado a la mediana, pequeña y microempresa por esta administración pública federal.

Este sector de la economía: la mediana, pequeña y microempresa, son las que cuentan con el mayor número de trabajadores contratados de manera formal, empleados, obreros, dependientes y, sobre todo, en donde hay más personal permanente, es decir, en donde hay personas mexicanas también que están trabajando diez, quince o veinte años en esos centros de trabajo.

Son auspiciadas esas empresas, por aquellos mexicanos de a pie, que se atrevieron en un país donde está “prohibida” la inventiva, la iniciativa privada, la decisión de poner un negocio, una tienda, un taller, una fábrica, una oficina, un despacho, fonda, restaurante, boutique, etc., pero sobre todo está prohibido contratar personal, es decir: “Hacer lo prohibido en este país”, que es: Tener la iniciativa de poner un negocio, o como se dice comúnmente: “Un changarro”.

A esos pequeños negocios, se insiste de mexicanos, que todos los días se ven en aprietos por la realidad mexicana que se vive actualmente que es la gran competencia de las grandes firmas, empresas transnacionales, monopolios que están devorando cualquier giro comercial, cualquier prestación de servicios, y que no hay forma de competir con ellos en una carrera más o menos pareja, a esos empresarios pequeños mexicanos que se viven tronando los dedos para contar con más clientes, dotar de mejores productos o prestación de servicios, pero que se ven envueltos en los problemas de cada día que corresponde a la corrupción en cualquier trámite burocrático, o bien, en lo lento que resultan e ineficaces, esos empresarios mexicanos que no ven cuando termine la inseguridad jurídica, pero sobre todo en la inseguridad pública, que se ven afectados desde por un simple robo hasta por un secuestro u homicidio.

Estos mexicanos que se vieron en la necesidad de sacar a sus familias adelante, instaurando un negocio, que ven como sus propios empleados no rinden lo que deberían de rendir, que, así como en los desfiles conmemorativos, circulan porque “no se hallan”, “no es su vocación”, etc., y que, por ello, las empresas mexicanas poco pueden desarrollar y crecer. A todos estos, mexicanos que no son los que sostienen la macroeconomía, sino la economía callejera, la que envuelve a la mayoría de la población de a pie, esos han visto como verdaderamente se está cumpliendo ese dicho popular en esta administración pública federal: “No es lo mismo ser borracho que cantinero”.

Con la administración pública federal actual, nunca habían sido tan despreciados como estos últimos cinco años, pues se ha hecho todo lo posible para que desaparezca ese gran sector de la economía mexicana, y nos veamos envueltos solamente en las grandes firmas transnacionales.

En el tiempo más agudo del COVID-19, no hubo posibilidad de ayuda alguna para estas empresas, es más, todavía se pasa por el cinismo burocrático de fiscalizar ese ejercicio fiscal de 2020 para verificar si se pagaron bien o no los impuestos, en empresas que estuvieron cerradas más de seis meses, en aquellas en donde murieron empleados y propietarios, toda una serie de tragedias que van más allá de cualquier serie de televisión mexicana.

Ahora, esas empresas mexicanas están viviendo el embate del nuevo tratado de libre comercio, el T-MEC alegremente firmado en 2020, que implementa aumento de derechos y más derechos a los trabajadores. Ahora, habrá que ver cuantos trabajadores quedan para brindarles esos derechos, pues desde la palestra presidencial, aumentar salarios mínimos y derechos se escucha muy romántico, pero no se conoce las repercusiones que se están viviendo, porque no hay experiencia alguna empresarial en la titularidad de la administración pública federal, simplemente, en poner una tienda, un negocio, un taller, que no son los sueños que se venden en las universidades que resultan imposibles de alcanzar en este país. Esos son los mexicanos que han sido defraudados en cinco años y lo que falta por terminar con este desastre en donde quien gobierna es el T-MEC y las órdenes presidenciales de Washington, pero que son ad hoc, con el discurso demagógico oficial en México de apoyar a los trabajadores, pero desde Estados Unidos de América aprueban esas reformas laborales mexicanas, para hundir el mercado nacional, para apropiarse de él, para que deje México de ser “competitivo” en la apertura de empresas que les maquilen sus trabajos, verdaderamente se han cumplido cinco años de olvido en esos sectores que hoy escupen a los empleados a la informalidad, a que ellos mismos constituyan sus propios trabajos de ocasión, y en el peor de los casos, para que sumen en la estadística de las remesas por ser expulsados al extranjero. Cinco años que confirman la verdad de los dichos populares: “No es lo mismo ser borracho que cantinero”. (Web: parmenasradio.org)

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