Como un viaje en metro de la CDMX

-Sobre el camino del contribuyente en México-

Silvino Vergara Nava

“Y, sin embargo, estoy seguro de que

el hombre nunca renunciará

al verdadero sufrimiento; es decir,

a la destrucción y al caos”.

Dostoievski

¿Qué se le puede aconsejar a una persona que tiene el interés en emprender un negocio en México? No hay algo más comparable que un viaje en el metro de la Ciudad de México en estos tiempos, algo que hace 15, 20 o 30 años era rutinario para cualquier persona que acudía a su trabajo, a su casa, a su escuela, resulta que, últimamente es un riesgo muy alto transportarse en el metro, desde los asaltos pasando, por los manoseos y contagios de Covid-19 o influenza, hasta los accidentes en las estaciones de metro, por cuestiones absurdas como la falta de alumbrado, escaleras eléctricas sin funcionar, escaleras despostilladas o semidestruidas, etc., pero sobre todo, el problema de subirse a los vagones, las noticias desafortunadamente lo evidencian, sale sobrando cualquier explicación.

Pero, esos viajes en tren, pareciera que son lo mismo que sucede con aquel que pretende darse de alta como contribuyente en México, más aún si se trata de una sociedad mercantil. En primer lugar, desde el inicio, desde la inscripción en el registro federal de contribuyentes se asume que esa sociedad es presunto defraudador fiscal, o por lo menos infractor. Desde ese momento se asume que, puede resultar una sociedad que expide comprobantes fiscales que amparan operaciones inexistentes, sobre todo, si el representante legal de la sociedad es menor de 30 años, entonces, se presume que se inscribirá en el RFC para realizar operaciones ilícitas, por ello es que, no basta con acudir en una sola ocasión ante las oficinas del SAT o del IMSS para dar de alta a la sociedad, habrá que invertir más tiempo con más explicaciones y simplemente para un trámite de inicio, que debería de ser bastante rutinario, como aquel que se sube al metro, claro en otros tiempos que hemos dejado perder.

Y eso no es todo, después del calvario de explicaciones respecto a la actividad de la sociedad, que se va a crear, cuales son las actividades que se llevaran a cabo, etc. Ahora, falta lo más complicado, mantener vigente a la sociedad, pues la tortura apenas inicia con la inscripción de la sociedad, es como el que apenas entra a la estación del metro de la ciudad de México: ¡ahora a cuidarse de todo! Indudablemente, esto sucede con el peregrinar de un contribuyente, aquel que confía en la autoridad fiscal, bajo los anuncios de que no requiere de un contador público, es el primer error que ha cometido, pero esos errores se pagan con sangre, es decir, requerimientos, multas, invitaciones, revocación del certificado del sello digital, negativa de renovación de la firma electrónica, etc., lo peor de ello, no son todas esas calamidades, sino que a ese contribuyente le quedó de experiencia clara de no creerle a la autoridad fiscal, si la primera recomendación fue no contar con la asistencia de un contador público y resulta que las consecuencias son fatales, lo que provoca esa maquiavélica recomendación, es que pierda la confianza el contribuyente ante la autoridad fiscal, lo mismo que esta sucediendo en los últimos tiempos con quien se sube a un vagón del metro. Lo peor, que le puede pasar a una institución de gobierno es que su propia población pierda credibilidad en sus acciones, leyes, procedimientos, recomendaciones, y eso es lo sucedido en materia fiscal en los últimos 15 años, se ha perdido la confianza a la autoridad fiscal, se asume por cualquier contribuyente de a pie, que así como la autoridad presume que todos los contribuyentes son evasores, o infractores, así el particular, con las primeras experiencias, se educa a considerar que la autoridad fiscal esta para ver la forma de recaudar más, de dejar en mayor incertidumbre al particular, y ese es el principal problema de nuestra nación. Se ha perdido la seguridad en nuestras instituciones a lo que se le denomina como: “Seguridad jurídica”. Y, si se pierde la seguridad jurídica, entonces, se ha perdido todo., ya no hablar de la seguridad pública, que es una derivación de la seguridad jurídica. Sino hay esta última, no podrá haber nunca seguridad pública.

¿Qué observamos actualmente en la legislación, particularmente en la que corresponde a los procedimientos de las autoridades fiscales ante los contribuyentes?, pues verdaderamente un arsenal de facultades de la autoridad para controla, revisar, recaudar, multar, sancionar, confiscar a los contribuyentes. Los derechos de estos, están arrumbados en un rincón de la legislación a veces, sin aplicar, en otras ocasiones aplicándose en forma incorrecta gracias a interpretaciones deficientes, absurdas o lo que, la academia le llama: “Económicas”, que consiste en interpretar considerando siempre, la realización de las actividades gravadas. Desde luego que, hace falta fortalecer la credibilidad de las instituciones del Estado, así como recuperar la confianza de los ciudadanos, pero para ello no hay otro camino que la seguridad jurídica, ese derecho primordial, el cual tanto aboga el derecho procesal fiscal y que cada día se ve más deteriorado por una legislación represiva que, desafortunadamente, es consentida por el propio gobernado, a veces, por la falta de conocimiento de sus derechos, es decir del derecho procesal fiscal. (Web: parmenasradio.org)

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