Dr. Silvino Vergara Nava
«El mundo académico y universitario que investiga
David Sánchez Rubio
derechos humanos suele adolecer de una especie
de “libertad de expresión de manicomio”,
en el cual todos/as pueden hablar pero nadie escucha.
[…] al final no hay ningún flujo de intercambio
de ideas y experiencias.»
Estas semanas de confinamiento se han vuelto interminables, porque hemos dado la confianza de hallar la salida a científicos que, aparentemente, no se ponen de acuerdo; a aquellos que, dicho sea de paso, la población de a pie desconoce, menos aún sabe qué hacen ni en dónde se encuentran, así como de dónde provienen sus salarios. Pero sí sabemos que son los que actualmente nos están gobernando y no los dirigentes políticos que se eligieron, porque estos se encuentran rebasados y superados.
Así, con esta realidad, resulta que en las últimas semanas estamos corriendo el riesgo de legitimar más cargas impositivas a los gobernados y no a las grandes empresas, porque estas son las dueñas, en primer lugar, de los laboratorios y de los científicos que nos resolverán la vida; razón por la cual, ante estas cargas impositivas adicionales, estas empresas verían la forma de despegarse de ellas. Así, pues, el riesgo es que se legisle para imponer gravámenes a las empresas medianas y pequeñas, que hoy ya se están viendo muy afectadas, bajo el pretexto de que el Estado cuente con los recursos económicos necesarios para afrontar este problema que se está volviendo eterno.
En las últimas semanas de estos espantosos días, en aquellas conferencias gratuitas que se están desarrollando desde el mundo académico por medio de las plataformas digitales (que, por cierto, han sido las únicas victoriosas de esta crisis), catedráticos, investigadores, profesores, académicos, etc. — muchos de ellos auspiciados y subsidiados por instituciones gubernamentales principalmente europeas—, han empezado a sostener que es necesario asumir un principio de solidaridad previsto en la Constitución para obtener más recursos económicos para el Estado; a lo que se le está denominando como “principio de solidaridad tributaria”.
Atendiendo, supuestamente, a ese principio, se puede emplear la creación de un impuesto provisional o, bien, el aumento de las tasas impositivas en alguno de los ya existentes para que, de forma temporal, el Estado obtenga más recursos en tanto se resuelva este problema que está dejando a muchos enfermos, otros más fallecidos, pero aún más desempleados, en quiebra y, lo que es más, sin esperanza alguna. Desde luego que esto de implementar impuestos temporales no es nuevo, es algo que surgió después de la segunda guerra mundial, con las denominadas contribuciones de mejoras; las cuales, finalmente, tenían la misma característica de su temporalidad y eran para mejorar las condiciones de las ciudades bombardeadas suministrando los servicios públicos que se destruyeron.
Ese mismo principio de solidaridad que aquellas conferencias de académicos europeos intentan legitimar apenas en estos días corre el riesgo de ser subido a los medios de comunicación masivos y, con ello, de que esté a un paso previo a su creación y a su implementación. Y, si bien en los sistemas jurídicos de América latina no es nuevo hablar de un principio de solidaridad; lo que estos académicos están proponiendo es un principio de solidaridad “inverso”. Para entender esto, podemos ver que, aquí en nuestra región, se ha utilizado un principio de solidaridad; por ejemplo, en Colombia, para que no se cobre el impuesto predial a aquellas personas que han sido desplazadas de sus tierras y después las han podido recuperar. También, el principio de solidaridad se ha utilizado en dicho país sudamericano para no cobrar intereses moratorios a las personas que cuentan con créditos bancarios y que fueron víctimas de secuestros, para que, una vez liberados, no se les cobre intereses. Pues bien, esto ha sucedido en América latina con criterios jurídicos y una legislación más apropiada a las condiciones de nuestro entorno y nuestra región; hoy se está asumiendo algo totalmente contrario y global, que es la creación de impuestos. Ahora bien, aun cuando los grandes académicos, tratadistas, estudiosos, investigadores europeos pueden asumir eso, sólo pueden hacerlo dentro de la realidad de Europa —lo mismo que sucedió con el confinamiento para contener la pandemia: es para la realidad de Europa, pero no para la realidad de América latina—; nuestras realidades y entornos son totalmente diferentes y, por ello, requerimos soluciones desde América latina y no importadas e impuestas. Sin embargo, nuestros gobiernos se han encargado, a lo largo de la historia de nuestros países, de, cuando no es asumir una imposición extranjera, copiarlo todo, sobre todo lo malo y, desde luego, copiarlo mal. Por ello, ¡cuidado con el principio de solidaridad tributaria!