¿De verdad, no se requiere contador público?

Dr. Silvino Vergara Nava

«Algo está cambiando aquí, incluso en las
características del nuevo modelo de
dirigente político».

Slavoj Žižek

En el mes de marzo de cada año, por disposición de ley, las personas morales deben presentar su declaración del Impuesto Sobre la Renta del ejercicio fiscal que finalizó; por ende, es un mes complicado para las empresas y para los contribuyentes en general, pues el resultado del ejercicio fiscal se ve en esa declaración anual: las pérdidas, las ganancias, los fracasos y las victorias se vislumbran en números. Dicho esto, después del espantoso año 2020, ¿qué resultados se pueden esperar de ese año, si estuvo lleno de suspensiones, interrupciones, cancelaciones, desempleo, despidos, incumplimiento de contratos y de compromisos comerciales, y, sobre todo, de enfermos y muertes?

El resultado que tengan las empresas del ejercicio fiscal del 2020 no debe ser ilusorio para las autoridades fiscales, es decir, éstas no deben contar con una gran cantidad de declaraciones presentadas por parte de esos contribuyentes; pues muchos de ellos son empresas que se quedaron acéfalas, sin propietarios, sin accionistas, sin empleados. Tampoco se debe esperar grandes utilidades ni, como consecuencia, el pago del Impuesto Sobre la Renta de aquellos contribuyentes que presenten sus declaraciones. Insolvencia que será debida, también, a que las autoridades fiscales no hicieron absolutamente nada para que los contribuyentes, por lo menos, salieran a flote de la crisis que inició en 2020 y sigue hasta estas fechas de finales de marzo de 2021, la cual es catalogada como la crisis económica, por lo menos en México, de las más agudas de los últimos setenta años.

Quizá por esta cruda realidad por la que se está atravesando es que se ha dejado a los contribuyentes a su suerte, que las empresas —sobre todo, las medianas y pequeñas— andan deambulando; quizás también por esto es que las autoridades fiscales y desde el Palacio Nacional han sostenido con firme voz que los contribuyentes no requieren de contador público para la presentación de sus declaraciones anuales.

Ahora bien, en ese discurso oficial, evidentemente, no hay transformación alguna. Desde el sexenio anterior, cualquier funcionario de las autoridades fiscales vituperaba la necesidad de acudir a un contador público para presentar las declaraciones, atender requerimientos, solventar auditorias. Es más, contra todo mínimo respeto a la dignidad humana de los contadores públicos, muchas veces, no se les permite acompañar a sus clientes a las reuniones con las autoridades fiscales. Por ello, en el caso de la materia fiscal, por más que se ponga a los cuatro vientos el grito de una aparente transformación nacional, no la hay; es simple continuidad tributaria.

Pero lo preocupante es el temor que expresan las voces oficiales por esa noble profesión, una de las que más alumnos, hasta los últimos años, ha captado en las universidades; una profesión multidisciplinaria que, por ello, en tiempos de crisis, se ve menos afectada que otras; profesión de las más capacitadas (incluso, a veces, más que la de los profesionales de la propia medicina), una de constante capacitación, que permite mantener asistiendo a los clientes. Precisamente por ello, los contadores son indispensables para la elaboración de la contabilidad, de la presentación de las declaraciones y muchas áreas afines de las empresas.

El problema radica en que la capacitación y el conocimiento de estos profesionales no es bien visto por el sistema, porque, de suyo, las leyes que se han estado implementando en los últimos 30 años (provenientes del «neoliberalismo»), como las reformas de 2021, son ventajosas para la autoridad fiscal, pero injustas y tramposas para el contribuyente. Entonces, no hay mucha voluntad de las autoridades fiscales para que sus entuertos jurídicos sean vistos. Por ello, en parte, se creó la denominada PRODECON en tiempos de la lamentable y vergonzosa presidencia de Vicente Fox; un órgano que defiende y asesora a los contribuyentes, pero también los aleja y aísla de los contadores públicos. Desde luego, para asesorar y defender según lo que políticamente convenga. Por ello, hoy, más que nunca, la pregunta «¿de verdad, no se requieren contadores públicos?» ni se pregunta. (Web: parmenasradio.org).

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