Dr. Silvino Vergara Nava
«No queda nada que no pertenezca a la esfera de la
José Pablo Feinmann
opresión de la burguesía. Toda “política” se
torna dificultosa. Lo que explica la escasa relevancia
de la izquierda dentro de la vida democrática».
En materia tributaria, de lo que hemos tenido noticias en esta nueva administración pública federal, no habrá programas de condonación de los adeudos fiscales y los delitos por la expedición de comprobantes fiscales apócrifos tendrán el carácter de prisión preventiva, pues que se considerarán como delincuencia organizada. La única noticia buena (a medias) es que no aumentaran los impuestos. En resumen: la cuarta transformación aún no llega a la materia tributaria; en cambio, sí ha llegado a las pensiones de los denominados “ninis”, a las personas de la tercera edad; también a las políticas públicas, respecto al ahorro en el gobierno federal; al evitar el expendio de gastos superfluos, y a la disminución de los súper salarios de los altos funcionarios públicos. Pero en el caso de la materia fiscal, no ha llegado y, por lo que se entiende, no sucederá nada; es decir, la materia tributaria seguirá sin cambio alguno y subsistirá la de la administración pública interior, a la que tanto se le critico.
Y es que no puede haber, de ninguna forma, cuarta transformación o un mínimo cambio, si no se inicia con el ámbito económico, dentro del cual, desde luego, están las obligaciones en el pago de las contribuciones; aspecto que resulta esencial para el cambio que México requiere. Ahora bien, si las últimas noticias han sostenido que el denominado paquete económico no representa cambio en los impuestos, entonces, no llevamos un año perdido de la cuarta transformación, sino que estaríamos llegando ya a dos años desperdiciados para los cambios que se requieren en el ámbito tributario. Incluso, resultará (con la recesión económica mundial que está a la vuelta de la esquina) que los contribuyentes mexicanos soportarán más cargas tributarias de la administración pública anterior ―que se impuso a partir de 2014―, es decir, se cumplirán seis años en los que se mantenga el mismo sistema tributario caduco, tramposo, tecnificado, complejo, ambiguo, discrecional que ha representado la caída de miles de proyectos, pero, sobre todo, de cientos de empresas mexicanas, que tuvieron que cerrar por no tener la capacidad para hacerle frente a los impuestos denominados “a la alimentación sana”, impuestos que muchos de los contribuyentes ven imposibles de cumplir con los requisitos de las deducciones. Todo esto supone un acto titánico para mantener las cargas laborales que tienen las empresas mexicanas, cada día más complejas para la planeación de una inversión bajo la presunción de los propios bancos ―que, por cierto, son extranjeros― y de las instituciones financieras gubernamentales de que todo es lavado de dinero. Así, pues, para las empresas medianas y pequeñas de inversión mexicana es imposible cumplir con las mismas obligaciones fiscales con que cuentan las grandes empresas transnacionales. No obstante, pareciera que todo esto y más, no lo visualiza la cuarta transformación.
Dicho esto, de no reformarse el escenario tributario, no podrá hablarse de cuarta transformación, menos aún, de un cambio de régimen a uno más apegado a la democracia, a la población y a sus necesidades. Pareciera que se cuenta todavía con un pensamiento de izquierda caduco, irracional y que no es post moderno, el que se requiere para que efectivamente se materialice la cuarta transformación. Parece que nos hemos quedado estancados en esa izquierda clásica, la de las polaridades y de los resentidos; la cual se murió hace treinta años al ser derrumbado el muro de Berlín; esa izquierda vetusta mundial, tan alejada de la democracia y que no comprendió que proteger al débil ante el más fuerte no es lo está sucediendo actualmente, es decir, limitarse a implementar medidas, como lo son las que corresponden al indulto penal, sin hacerlo extensivo a la materia tributaria, pero sí haciéndolo extensivo a los obligados a presentar avisos en materia de la denominada ley anti-lavado.
Lo cierto es que se esta corriendo el riesgo de que esta magnifica oportunidad y única de una verdadera transformación en México se diluya si no abarca la materia tributaria. Y no la abarcará si seguimos estancados en una izquierda arcaica que no ve la realidad de la actualidad ni la necesidad de un cambio que se concientice de que los contribuyentes también son ciudadanos; que los contribuyentes también son los débiles en esa relación que tiene ante el Estado y, sobre todo, ante la competencia desigual en la que se enfrentan contra las empresas de la económica global.